Para pensar…para rezar…
Era un día lluvioso de invierno. Tenía la peor pinta
posible. Era temprano, aún de noche. Aún no habían empezado las clases en las
distintas facultades de una Universidad que cuenta con más de quince mil
alumnos. Poco a poco , unos y otros iban llegando: en el tren de cercanías, en
autobús o en sus propios coches.
En un pabellón de servicios donde estaba la biblioteca
universitaria, la librería, una suculsal bancaria y algunas oficinas, en el
piso superior, en una pequeña salita, se juntaban tres chicas y un chico cada
mañana para asistir a la Misa que el capellán celebraba antes de las clases.
Ese día de febrero era exactamente igual que otros: solo cuatro entre quince
mil estaban allí con Dios; porque –tenlo claro- eso piensan los que van a Misa,
que están con Dios, que reciben a Dios.
Sagrario de San Esteban de Covas |
Sin embargo, fue un día distinto. El sacerdote leyó el
evangelio y pidió a los muchachos que se sentaran. No había tiempo para muchas
palabras: las clases empezaban. Con su breve homilía, el sacerdote logró llenar
de sano orgullo el corazón de esos chavales y quizá también ahora el
tuyo.
Les dijo: al llegar a clase, no tengáis miedo a decir
que venís de Misa. Quizá os miren mal, o quizá no os entiendan. Os preguntarán:
¿por qué vas a Misa a diario?; y tú tendrás que ser capaz de explicarles que,
mientras Dios esté con nosotros en la Eucaristía, no podemos faltar…
¡¡¡Si Dios están encerrado en los Sagrarios, yo no
puedo pasar de largo!!! ¡¡¡Si puedo recibirle cada día, no puedo dejar de
intentarlo!!!
Piénsalo ahora en silencio: si crees que Él está en tu
iglesia, en tu parroquia, en el Sagrario, ¿por qué no vas a verle más a menudo?
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