En el Evangelio de este domingo sale la parábola de
una higuera. En varias ocasiones había acudido su dueño buscando fruto en ella
sin encontrarlo: Ya ves tres años llevo
viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué
va a ocupar un terreno en balde?. Cabe pensar que el propietario de la viña
había intentado poner los medios para que el árbol hubiera podido dar su
sabroso fruto. Sin embargo, las medidas había sido inútiles.
También
a nosotros nos ocurre que, cada año, nos empeñamos en la Cuaresma por cambiar
nuestras conductas, nuestros corazones…pero no siempre tenemos éxito. Sin
embargo; no por ello, debemos dejar de intentarlo. Como decía el Papa Francisco:
“Con sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente a
despertarnos y evitar el riesgo de ir adelante por inercia.
Dios
está con nosotros, y por eso es posible retornar a la primavera de la vida
interior, cuando los frutos maduran y las plantas verdean.
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