miércoles, 27 de enero de 2016

Oramos a un Dios que es Padre

ORAMOS A UN DIOS PADRE

       El rasgo más original de la oración cristiana proviene del mismo Jesús, que nos ha enseñado a invocar a Dios como Padre. La oración del cristiano es un diálogo con un Dios personal que está atento a los deseos del corazón humano y escucha su oración. Orar teniendo como horizonte a Dios Padre es invocarle con confianza filial.

    Jesús siempre se dirigió a Dios llamándolo “¡Abba!, ¡Padre!”. Y, fieles a ese espíritu, también nosotros, sintiéndonos “hijos en el Hijo”, nos atrevemos a decir lo mismo. El cristiano no reza a un Dios lejano al que hay que decirle muchas palabras para informarle y convencerle. Esa oración, según Jesús, no es propia de sus discípulos. Oramos a un Padre bueno que nos ama sin fin: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que se las pidan!” (Mateo 7, 11).

        Orar a un Dios Padre no infantiliza. Al contrario, nos hace más responsables de nuestra vida. No rezamos a Dios para que nos resuelva los problemas. Oramos y vigilamos para fortalecer nuestra carne débil y disponernos mejor a cumplir su voluntad. No se trata de seducir a Dios, sino de dejarse seducir por Él, confiar en Él, abandonarse en Él.

Fuente: El Taco

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