jueves, 9 de mayo de 2013

Jesús Manuel (III)


Según los médicos no era muy probable que superara los 7 años de edad…Lo superó. Luego dijeron que la adolescencia era una edad muy avanzada para el grado de parálisis que tenía… La superó también. Después advirtieron que los 20-22 años es la edad máxima que una persona con este Síndrome en concreto puede llegar a vivir… Y a él le faltó un mes y medio para cumplir los 44!!! Vivió el doble del máximo que cualquier médico pudo pronosticar. Siempre fue un luchador.

No hubo neurólogo, psiquiatra, fisioterapeuta, médico en general que conociese un paciente con esta patología que haya llegado a una edad tan avanzada en tan buenas condiciones.

Lo cierto es que Jesús, era el rey, era, como le llamaba su papá: “O noso reiciño”. Vivía a cuerpo de ídem. Sus visitas, sus fisios, sus revisiones, psicólogos, logoterapeutas… Incluso, durante unos años, fue a un colegio especializado allí en Andorra. Y en casa siempre fue el epicentro del amor, el porqué de todo, la causa y el efecto de todo.

El pasado verano, en el hospital las enfermeras, decían: ¡Míralo con 43 años y ni una sola arruga, mira qué cutis tiene! ¿Y cómo no lo va a tener –les decía su hermana- si crema cosmética que me compro, crema con la que le embadurno a él?... Y él se reía con cara de pillo. ¡Un mimoso! Un “niño grande” muy cariñoso siempre dispuesto a dar besos y abrazos a todo el mundo.

Su hermana estudió la licenciatura de Pedagogía por él y para él. Para aprender cosas y poder enseñárselas. Porque sabía que cuanto más lo estimulasen física e intelectualmente más calidad (y más años) de vida tendría.

Entre todos lucharon particularmente hasta el final porque desarrollara el lenguaje (que fue una de las áreas que resultó más dañada en el parto) y, en los últimos tiempos, para que no perdiera lo que sabía.

Tenía una memoria prodigiosa. No era una memoria de repetición, era capaz de recordar a una persona con sólo verla una vez o de detalles del pasado que no se habían vuelto a repetir.

Sabía el nombre de presientes de países rarísimos, de presidentes y jugadores de clubs de fútbol, de canciones, de anuncios publicitarios… Extraordinario.

¡¿Y los botones y aparatejos?! Le enloquecía por darle a los de la lavadora, al mando, al ordenador… lo último que aprendió fue a mover el dedo en las pantallas táctiles.

Otro de sus gustos: oír misa. Sí, sí. Los domingos veía en televisión tres misas matinales (en castellano, en catalán o gallego, y en francés). Las seguía atentamente, hacía un gesto parecido a la persignación, respondía correctamente y le daba besitos a la tele, porque quería que “el Papaíto del cielo me cure la “quesita” [la cabecita]”. Y seguía los actos del año litúrgico: ¡todos!

En esta foto está con sus padres y su hermana, besando la medalla de Nostra Senyora de Meritxell, Virgen patrona y protectora del Principado de Andorra.

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