miércoles, 8 de mayo de 2013

Jesús Manuel (II)

Cuando él tenía algo más de 7 años nació su única hermana, Encarnación Elvira. Y allí estaba él esperándola curioso. Los dos hermanos vivieron una infancia normal y muy muy muy feliz uno al lado del otro. En su infancia se daban todo lo que un hermano puede desear: juegos infantiles, peleas inocentes, bromas, aprendizajes comunes…

Cuando su hermana tuvo la edad de hacer la Primera Comunión, sus papás, quisieron que Jesús también la recibiera. En una ceremonia íntima en la Iglesia Parroquial de Santa Eulàlia de Encamp, Andorra, Jesús recibió el Cuerpo de Cristo con mucha alegría. Sus papás y su hermana le acompañaban en aquel precioso momento.

Su hermana, unos minutos más tarde, tomaría su Primera Comunión con el resto de los niños de la parroquia; mientras un familiar llevaba a pasear a Jesús por los jardines que rodeaban la iglesia.






El calvario médico, sin embargo, seguía: cada enfermedad que ponía en peligro su vida, cada hospitalización, cada viaje al extranjero para tratarlo… entristecía enormemente a toda su familia y amigos.

Jesús era el centro del núcleo familiar. Y todas las decisiones que se tomaban eran por él y para él. Fue un niño, y luego “un chico mayor” como decía él que sentía verdadera devoción por su hermana; y era “bastante” obediente en casa…aunque también tenía su pillería, muy inocente, y casi siempre –hay que decirlo- animada por su inspirada hermana.

Los juegos y las risas nunca faltaron en su vida.



Todo el mundo que venía a casa, o lo encontraba paseando por el pueblo andorrano donde vivió hasta hace casi 3 años, lo trataba con enorme cariño, lo mimaban mucho. Y los vecinos del pueblo le querían una inmensidad. Cuando salía a la calle: era el rey del pueblo, no el tonto del pueblo, el rei… ¡el- rei!

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