martes, 7 de mayo de 2013

Jesús Manuel (I)

Hace unoss días en Ames hubo una misa en favor de Jesús Manuel; un joven al que su familia había perdido unos meses antes. Durante aquella celebración no pudimos evitar la emoción y compartir con los asistentes nuestra fe en la Resurrección de Jesucristo. Yo no conocía la historia de Jesús Manuel ni a su familia pero con motivo de esta misa descubrí algunos detalles que compartiré aquí con los lectores asiduos de este blog en los próximos días. La redacción no es mía sino de su hermana Encarna que generosamente me la ha pasado y me ha dado permiso para su publicación aquí. Me animo a publicarla por su valor como testimonio de una lucha tenaz.



Jesús Manuel nació el 17 de diciembre de 1968 en el Hospital de La Seu d’Urgell, provincia de Lleida. Una población española, limítrofe al Principado de Andorra, donde residían sus padres (emigrantes gallegos de Ames, desde el año 1962). Hijo de José Manuel, natural del lugar de Barouta en Ames, zapatero artesano; y de María Josefa, natural de A Mámoa-Tapia, modista de profesión.

Fue un hijo deseado. Y un embarazo normal, sin anomalías. Pero en el momento del parto se dieron una concatenación de negligencias y errores médicos fatales para la salud de ese precioso bebé de ojos color miel.

Jesús sufrió severísimas lesiones neurológicas y la anoxia connatal le condenó a una grave parálisis cerebral.

Sus padres lo recibieron como una verdadera bendición del cielo. Que es lo que fue para toda la familia durante sus 43 años de vida.

Para su mamá, sobretodo, fue un golpe muy duro (un peso que una madre siempre lleva con cariño) y una amorosa carga. Jesús nunca se podía quedar solo y ella tenía que estar siempre con él. Siempre a su lado. Así que su mamá, si hay cielo, ya tiene el cielo ganado hace muuuuchos años.

Su papá siempre decía que Jesús era “su mejor amigo”. Trabajó muy duro para darle a su hijo todo lo que pudiera necesitar, en todos los aspectos.

Trabajó muy duro, siempre con el doloroso, pero amado lastre de la enfermedad de su primogénito, que le esperaba en casa a la vuelta del trabajo para darle un gran abrazo a papá.

Jesús fue una persona discapacitada, con un grado de minusvalía del 96%. Sufría Síndrome de Lennox-Gastaut y varias patologías más, que se fueron incrementando con los años. Pero no fue un subnormal, fue ante todo: una persona ESPECIAL.

El peregrinar por clínicas y médicos se convirtió en una constante a lo largo de su infancia y de toda su vida. Sus padres siempre estuvieron a su lado. En los empeoramientos y en las mejorías.



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