sábado, 11 de abril de 2020

Rezar en familia (4)

 
DOMINGO DE PASCUA. A.- 12/Abril/2020/
Juan 20,1-9 (Comentario)

 
 
María Magdalena es la primera en descubrir al amanecer que la tumba del entierro del Señor está abierta, comprueba y concluye que alguien ha robado su cuerpo. Se va corriendo al grupo a comunicárselo. Simón Pedro y al otro discípulo, a quien el Señor más amaba (Juan), salen corriendo. Los tres acuden inmediatamente a la tumba. Juan, más joven, llega antes a la entrada, y viendo los lienzos tendidos, se inclina, comprueba que allí no está el cuerpo y espera a que llegue Pedro en señal de respeto.
 
Entonces Pedro entró en el sepulcro, vio los lienzos tendidos, pero el sudario con el que le habian cubierto la cabeza, no estaba con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. “Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero; vio y creyó. Pués hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.

 
En la versión griega se usan tres verbos con matices distintos, pero enriquecidores: El verbo “blepo” dos veces: en la primera parte del relato cuando María descubre la tumba abierta y también Juan al llegar y sin entrar: “miran”, “ven”, “constatan” los hechos y la realidad. Son conscientes de que algo importante ha pasado allí.
Al llegar Pedro y entrar en la tumba, se emplea el verbo theoreo”: contemplar, teorizar, estudiar, deducir con claridad un hecho. Deducen que no es posible que hayan robado el cuerpo del Señor. Porque las vendas utilizadas para la mortaja, que Pedro reconoce como pertenecientes al Señor, están todas allí, además están ordenadas, dobladas.
 
Cuando entra Juan se dice que él “vió y creyó”, con el verbo “orao”: Detrás de este hecho vió el gran acontecimiento, el gran misterio de la Resurrección del Señor. La disposición de las vendas estaban como las habían dejado, pero como aflojadas, como si el cuerpo físico del Señor pasase de un estado físico, con volumen, a otro modo de existencia.

San Juan Crisóstomo decía que si hubiesen estado allí los ladrones, no dejarían las vendas tan preparadas; y san Efrén el Sirio insistía en que Cristo había entrado en la tumba o sea en el Reino de los muertos, saliendo al encuentro de los Santos Padres: Adán, Moisés, Profetas...sin haber salido de la tumba, pero si hubiese salido habria sido atraído por El Padre al verdadero Santuario del cielo. La muerte de Cristo vendría ser como un tránsito al Cielo, por haber cumplido plenamente la Voluntad del Padre, llevando consigo la Humanidad entera: pasada, presente y futura, si hubiésemos luchado por incorporamos a Él siguiendo sus enseñanzas. Tal vez un Ángel hubiese sido el que corrió la losa del sepulcro para que nosotros tuviésemos claro que era verdad que Cristo había entrado en la Tumba o Reino de los Muertos.
 
En este momento en que estamos viviendo el crucial desconcierto y encierros voluntarios provocados por el coronavirus, deberíamos tomarnos muy en serio nuestras propias vidas para incorporarlas a la Humanidad Santísima de Jesucristo, haciendo simplemente lo que todos sabemos que debemos hacer y dando pasos o pasitos según los casos o posibilidades: oración, para tratarle; y estudio, para conocerle mejor y que nadie nos engañe, sobre las verdades de nuestra Fe.
BENEDICTO XVI, constataba esto en un discurso del 8 de Diciembre de 2005: “El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que solo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que solo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esa dependencia para ser plenamente él mismo. El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida... No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta unicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte... Amor no es dependencia, sino don que nos hace vivir”... (Los subrayados son míos para facilitar la lectura).

 

Simón-David Castro Uzal sdavidcuzal@gmail.com Semana Santa, 2020

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