viernes, 29 de abril de 2016

A propósito de la Cumbre del Clima de París, 2015



El hombre a imagen de Dios


El hombre, en pie, miraba hacia arriba y abajo, y vio todos los seres que Dios había creado y hecho. Entonces comenzó a alabar el nombre del Creador, y dijo: “¡Cuán grandes son tus obras, Señor!”
Allí estaba, pues, el hombre, y era hermoso de ver: una imagen de Dios. Le vieron las criaturas y le temieron. Porque pensaban que era el Hacedor, y se acercaron todos a él y se inclinaron ante él.
Mas, ¿por qué ha sido el hombre creado a imagen y semejanza de Dios?

Se podría contar otro tanto de un rey.
Gobernaba un rey a una ciudad; edificaba fortificaciones, procuraba su bienestar y todos los habitantes eran súbditos suyos. Cierto día, el rey convocó a todos los habitantes y puso ante ellos a uno de sus príncipes. Les dijo: “Hasta ahora yo cuidé de las necesidades de la ciudad, yo edifiqué fortificaciones y torres, pero en adelante éste ocupará mi lugar”. Luego, se dirigió al príncipe: “Mira: esto y aquello ordené a la ciudad y a todos sus habitantes. Tal como yo ahora la goberné y la fui organizando según mi voluntad, así labrarás, trabajarás y edificarás tú en adelante en ella. Desde ahora todo queda confiado a tus manos, y ellos te temerán como a mí”.
Del mismo modo, dicho está que “vuestro temor y vuestro espanto sea sobre todos los animales de la Tierra y sobre todas las aves del cielo”. Por eso Dios creó a Adán a Su imagen. Porque, en adelante, el hombre debía edificar y trabajar en el mundo y hacer todo tal como antes Dios lo había hecho.

Leyenda judía.

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