viernes, 13 de noviembre de 2015

Anécdotas


Homo religiosus

Acabo de leer una anécdota que sucedió en la década de los 60 y que, hoy, seguramente dejaría a los protagonistas aún más perplejos. Es la siguiente:

Unos estudiantes de medicina van, acompañados de su profesor, a hacer una visita clínica de un enfermo terminal de cáncer, y éste les comenta:
-         No le entiendo; ya sabe que se va a morir, pero nunca se queja y se pasa el día reza que te reza…
Cuando llegaron hasta el enfermo, el médico le dijo:
-         A ver señor, usted ya sabe que le queda poco tiempo de vida; yo sé que sufre mucho, pero siempre le veo muy tranquilo, ¿cómo lo hace? No le entiendo…
El enfermo sonrió; se volvió para mirar a todo el grupo y le dijo al médico:
-         Mire doctor; usted sabe muy bien lo que tengo. Entiende mi enfermedad porque ha estudiado mucho: primaria, secundaria, su carrera, su especialidad. Ahora bien, doctor, ¿cuánto tiempo ha estudiado el catecismo?
Se hizo el silencio; nadie dijo nada, sólo el enfermo, que añadió:
-         Ya ve doctor, por eso no me entiende…


Esta anécdota encaja perfectamente con lo que, en 2008, nos recordaba Benedicto XVI en un discurso;

“La apertura a la trascendencia constituye una garantía indispensable para la dignidad humana porque existen anhelos y exigencias del corazón de cada persona que sólo en Dios encuentran comprensión y respuesta”.

No nos olvidemos de lo mucho, muchísimo, que nos ayuda rezar … ¡incluso en tiempos de tribulación!

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