APARICIÓN A LAS MUJERES QUE VIENEN DEL SEPULCRO.-JAMES TISSOT.-S. XIX-XX |
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Sábado Santo 30 de marzo de 2013
Sábado Santo 30 de marzo de 2013
Queridos hermanos y hermanas
1. En el Evangelio de esta noche luminosa de la Vigilia Pascual, encontramos
primero a las mujeres que van al sepulcro de Jesús, con aromas para ungir su
cuerpo (cf. Lc 24,1-3). Van para hacer un gesto de compasión, de afecto,
de amor; un gesto tradicional hacia un ser querido difunto, como hacemos también
nosotros. Habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido
comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el
Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz. Podemos imaginar sus
sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús
les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a
la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús
lo que les impulsa a ir al sepulcro. Pero, a este punto, sucede algo totalmente
inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y
alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no
encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de
preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf.
Lc 24,4). ¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo
verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no
lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da
miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide. Somos
como los apóstoles del Evangelio: muchas veces preferimos mantener nuestras
seguridades, pararnos ante una tumba, pensando en el difunto, que en definitiva
sólo vive en el recuerdo de la historia, como los grandes personajes del pasado.
Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra
vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es
así.
Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a
nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes;
sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos
encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos:
no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda
perdonar si nos abrimos a él.
Mañana, publicaremos la segunda parte de la homilía del Papa en la Noche de Pascua.
Mañana, publicaremos la segunda parte de la homilía del Papa en la Noche de Pascua.
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