viernes, 19 de abril de 2013

¿Por qué un sacramento de reconciliación?

Foto de Francesco Lay
A veces uno se pregunta por qué Jesús nos concedió un sacramento para el perdón de los pecados. ¿No sería mucho más fácil confesar los pecados directamente a Dios, sin necesidad de hablar con un sacerdote?

 
Dicho así hay que decir que efectivamente podemos confesar nuestros pecados a Dios directamente, y debemos hacerlo siempre que pequemos. Le diremos que sentimos haber ensuciado el amor tan grande que Él nos tiene y le pediremos perdón.

 
Si lo hacemos así se nos perdonarán los pecados veniales. Pero para el perdón de todos nuestros pecados, la enseñanza constante de la Iglesia es que debemos acudir al sacramento de la reconciliación, o hacer un acto de contrición perfecta sumado al propósito de acudir a la confesión sacramental tan pronto como sea posible.

 
Sin duda Jesús instituyó el sacramento de la Penitencia para hacerse presente inmediatamente a nosotros a través del sacerdote que nos oye y nos absuelve. A fin de cuentas cuando nos confesamos directamente con Dios no oímos las palabras tan reconfortantes de: “Yo te absuelvo de tus pecados…” que nos tranquilizan de forma inmediata.
 
 

 En este sentido es una suerte que Dios se nos haga tan cercano a través de la persona del sacerdote. Coincide además que los seres humanos tenemos una profunda necesidad de contar a otra persona lo que hemos hecho sea bueno o sea malo.

 
Téngase en cuenta que cuando decimos los pecados al sacerdote en confesión no existe el riesgo de que los pueda referir a otra persona, porque el sacerdote está obligado por el sigilo (silencio) sacramental. Nunca puede revelar nuestros pecados a nadie.

 
Hay que decir también que acudir a un sacerdote para confesarnos (los curas también nos confesamos); nos ayuda a todos a crecer en humildad, así como a conocernos mejor.


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