sábado, 17 de diciembre de 2022

Tercera semana de Adviento Is 48, 17-19; Mt 11, 16-19 (y PARTE III)

 Homilías en el año litúrgico (BXVI)


El Adviento pone al pueblo cristiano en tensión espiritual hacia la venida del Hijo de Dios.
Fuente: Tiempo de Adviento. Religión digital


“LA SABIDURÍA SE HA ACREDITADO POR SUS HIJOS” (Parte III, final)

Así, las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento son las mismas, dicen lo mismo para distintas generaciones, y también a nosotros nos parece que esta historia sigue abierta en nuestras manos. Esta es la gran esperanza que nos arrojan los textos de la liturgia de hoy.

Al final del Evangelio, después de la tristeza de las personas de tantas generaciones y del peligro de que esas generaciones pudiesen decir no, aparece una palabra de alegría: una promesa victoriosa. El Señor dice que, a pesar de todo, “la sabiduría fue reconocida por sus obras” (Mt 11,19). Cuando escuchamos esto, nos preguntamos: ¿es cierto que Dios es sabio? ¿Podemos decir que Dios es la sabiduría, que Cristo, que ha sufrido la cruz, es la sabiduría? En verdad, por medio de su victoria el Señor ha dejado en herencia el germen de la nueva vida para su pueblo y para el mundo, una levadura que transformará todo. Y ha fundado de este modo una nueva manera de vivir la fe.

La Jerusalén terrenal ha sido destruida, pero de la cruz de Cristo surge una nueva Jerusalén, una nueva ciudad esparcida por todo el mundo, en las pequeñas y también en las grandes comunidades de los creyentes. Alentada por la fe, crece una nueva ciudad, una imagen de la futura Jerusalén.

“Y la sabiduría fue reconocida por sus obras”. Nacen las primeras comunidades cristianas, una nueva humanidad, el amor a los que sufren y a los pobres, que no había existido en el mundo, una luz de verdad que ilumina las sendas de la humanidad, transforma el mundo y a pesar de todo vence sobre lo malo.

Ya hemos hablado del camino de las lámparas ardientes, un camino de luz que se extiende cada vez más en la historia. Así se fundó una nueva ciudad, una nueva vida. En el Apocalipsis se dice: “Vi una muchedumbre inmensa con vestiduras blancas” (Ap 7,9). Son aquellos “que vienen de la gran tribulación” (Ap 7,14) y que representan la nueva humanidad. “La sabiduría se ha acreditado”. Dios es sabio, a pesar de estas derrotas crece la humanidad, crece el don del amor, de la fe y de la esperanza que Cristo nos ha regalado.

San Lucas nos transmite otra variante de estas palabras cuando dice: la sabiduría fue reconocida “por todos sus hijos” (Lc 7,35), los hijos de Cristo, sus hermanos. Esto comienza con los primeros mártires y llega hasta los grandes testigos de la fe de hoy, todos ellos reconocen a Cristo, la verdadera sabiduría divina. Así, el texto nos invita a ser hijos de la sabiduría y hacer obras de la sabiduría para transformar el mundo.

Finalmente, los textos aparecen en la liturgia de un modo muy concreto. el texto del salmo 81 dice: “Si hubieses escuchado mis mandatos te sustentaría con miel y con flor de trigo”. El señor nos alimenta con flor de trigo, consigo mismo, nos da este pan, en la pequeña cantidad de trigo se entrega a sí mismo. Se entrega en nuestras manos, en nuestro corazón.  

Pidámosle al Señor que nos ilumine, que nos conceda escucharlo y poner en práctica su palabra. Y de este modo llegar a ser sus hijos, a hacer sus obras, obras de la sabiduría divina.

        Fuente: Benedicto XVI, El camino de la vida. Homilías en el año litúrgico. Barcelona, 2019 

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