SEAMOS LIBRES
3 Un mosquito puede hacer
lo que está dentro de él; ni más, ni menos. Pero la persona, con la humanidad,
tiene en sus manos todas las capacidades que alberga el ser humano. Eso lo
capacita, en definitiva, para desplegar modos de destrucción que ningún otro
ser viviente lleva en su seno.
Ésta es la paradoja
interna del ser humano. Está llamado a lo más grande, pero su
libertad puede convertir en una verdadera amenaza la otra tentación: querer ser
grande y oponerse a Dios, convirtiéndose en un anti-Dios. Esta amenaza puede
provocar su caída y transformarlo en un demonio destructivo.
A veces desearíamos
decirle a Dios: “Ojalá hubieras hecho menos grande al ser humano, pues sería
menos peligroso. Ojalá no le hubieras dado la libertad; así no podría caer tan
bajo”. Y, sin embargo, al final no nos atrevemos a decirlo, porque tenemos que
estar agradecidos de que Dios haya creado la grandeza. Y si Él asume el riesgo
de la libertad de la persona y, en consecuencia, sus caídas, podemos
estremecernos ante todo lo que puede suceder, y hemos de intentar movilizar todas las
fuerzas positivas, pero también tenemos que transmitir la confianza fundamental que Dios
deposita en las personas. Solamente aferrándonos a esa confianza
fundamental lograremos oponernos y soportar las amenazas que se ciernen sobre
el ser humano.
Dios
y el mundo. Benedicto XVI
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