jueves, 3 de junio de 2010

Comunicado del Párroco


Me dirijo a vosotros, queridos feligreses, que durante casi tres años habéis sido la preocupación y la alegría de mi vida de sacerdote. En mi tarea de Párroco he tratado de representar entre vosotros y para vosotros a Jesucristo, nuestro bien, pero el Sr. Arzobispo de Santiago me ha hecho otro encargo pastoral y las parroquias de San Julián de Serantes y San Cosme de Maianca, en el coruñés Ayuntamiento de Oleiros serán, en un breve futuro, mi nuevo destino en la Diócesis.

Este tiempo entre vosotros ha dejado una profunda huella en mi vida. Ha sido para mí una experiencia cristiana honda, en el difícil empeño de suceder a Don Jesús González Castro, mi querido antecesor, a quien agradezco de corazón todo cuanto ha hecho por mí.

Es, pues, un momento especial para mí comunicaros que, a petición propia, he solicitado mi traslado a esas parroquias, tan próximas a mi Pontedeume natal, vacantes por jubilación de su anterior sacerdote encargado. Muchos me habéis oído decir, cuando con cariño me preguntabais cómo me encontraba en A Maía, que yo estaría aquí hasta mi jubilación, porque para un cura su Parroquia es la mejor: es la que le ha dado el Señor. Pero bien entendéis que no podía dejar pasar la oportunidad de poder compaginar mi servicio, viviendo con mi madre y en mi propia casa. Tengo, además, que confesar que me he sentido acogido y acompañado por compañeros sacerdotes, catequistas, voluntarios de Cáritas y colaboradores en el servicio litúrgico. Vuestras personas las llevo dentro. Sabéis que la vida del cura la llenáis vosotros, no otros intereses. Me cuesta dejaros; es la verdad, sin retórica. Me aflige también no haber respondido bien en mi ministerio por mi debilidad. Me conozco y sé cuales son mis flaquezas. Os pido perdón, si no he hecho mejor determinados actos, decisiones, o momentos de gobierno. No hay por qué sentir vergüenza de reconocer que he podido hacerlo mal en ésta o aquella circunstancia concreta. Quien nos conoce bien, Jesucristo, nos eligió a todos acogiendo nuestras personas como existencias perdonadas. Pero su amor triunfa sobre nuestra debilidad. Perdonadme vosotros también: sólo los que se quieren se perdonan.

Hasta que mi marcha sea efectiva, aprovecharé para despedirme de vosotros, queridos católicos de Ortoño. También quiero despedirme de aquellos a quienes aquí he conocido, a hombres y mujeres de buena voluntad, aunque no compartan nuestra fe. Quiero tener presentes a las familias, a los padres y a los hijos, a mayores y jóvenes, a los enfermos, y a cuantos sufren por tantas cosas, sobre todo a los inmigrantes que aquí han encontrado un hogar, aun en medio de tantas dificultades presentes. Pienso de modo especial en los católicos que, desde sus países, se han integrado en nuestra comunidad, y no olvido a los que ahora estáis sin trabajo por una crisis de la que no sois responsables.

Viéndoos, han sido muchas las veces que me habéis animado a redoblar mis esfuerzos, sobre todo en la transmisión de la fe, en la evangelización sin reducciones, en hacer hincapié en la iniciación cristiana, para que pueda darse lo más grande: encontrarse con Jesucristo, el que murió, pero resucitó y está vivo y presente entre nosotros. La Pascua y su gracia renovada os den la alegría y la paz. Con todo mi afecto,

J. Andrés López Calvo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonitas palabras para su comunicado, D. Andrés, pero usted, tal vez mejor que nadie, sabe que las despedidas son adioses, son un hasta nunca cuando falta la esperanza del reencuentro y esa esperanza es bien vana en este caso.


Nunca hemos percibido que se haya empeñado en suceder a su antecesor, lo que sí notamos y sentimos de forma clara fue su empeño en ser quien es. En éste último no cese nunca, por favor. Fue lo que le permitió ganarse un lugar en la vida de tantos en esta parroquia nuestra.

No se aflija por lo hecho o lo dejado de hacer, volviendo la vista atrás no seríamos capaces de encontrar nada que reprocharle, ni un gesto, ni una palabra, ni una actitud, ni una omisión, a no ser el haber dejado crecer el anhelo de tenerle como pastor, hasta el punto de permitirnos convertirlo en certidumbre, pero de ello somos tan responsables como usted, mutua culpa. Nuestro cura también era el mejor.


Entendemos su dolor por esta partida, pues si, como dice, comprende que la parroquia le es dada por el Señor, la petición de traslado parece que supone un querer pasar del cáliz, decisión nada fácil para un hombre de sólida fe. ¿Cómo pretender pedirle que renuncie a sus aspiraciones personales? No se puede. Sería egoísmo y falta de caridad, no podemos olvidar que el cura es hombre y es obvio que no supimos hacerle sentir en casa si extraña la suya. Por ello, aceptaremos estoicamente su decisión aunque no la aplaudamos y trataremos de superar las lágrimas, la tristeza y el vacío lo mejor que nos sea posible. Toda experiencia es diferente y en consecuencia toda huella dejada. La que a nosotros nos queda como marca de estos años, que se han hecho tan breves, tardará en borrarse porque es la de su alegría, la de su entusiasmo, la de sus desvelos, de sus preocupaciones compartidas y sus proyectos ilusionantes. Es la marca del testigo que cree y vive dando testimonio vivo del Evangelio. La del desconocido que llega, se convierte en amigo y se le abre la puerta del corazón, para compartir vida, aunque después se vaya.



Somos conscientes de que aquí nada nos pertenece ni es eterno. El camino sigue…. a usted le queda el consuelo de intentar cumplir esos sueños que lo alejan de Ortoño. Rezaremos para que la nueva etapa sea fructífera. A nosotros sólo nos quedan los recuerdos, procuraremos que ni el tiempo ni la distancia los diluyan demasiado, para poder sobrellevar el sabor amargo de su inesperada ausencia. Junto a los recuerdos también nos queda la duda.

Buen viaje, D. Andrés.

MARIETA dijo...

Querido Andrés, en mi caso concreto sé que ni el tiempo ni la distancia harán mella en el afecto que mi familia y yo te tenemos.

Andrés "o noso cura" como tantas veces digo...

Procuraré mantener viva la llama de la amistad que nos une y aunque egoístamente me disgusta este traslado, sé que acercarte a los tuyos es importante para ti.

Seguiré buscando tu consejo cuando lo necesite como hasta ahora, porque en mi caso me cambian el párroco... Pero conservo un amigo.

Cuando se acerque el momento de hacer las maletas nos diremos hasta luego, volveré a darte las gracias por haberme escuchado, ayudado, entendido y aconsejado; pero hoy sólo debo alegrarme por ti.

Saludos.

YOLANDA Y DAVID dijo...

Hola Don Andres,somos David y Yolanda,hace un mes nos bautizo a nuestra peque Saray;nos encanto su trato con toda la familia y en especial con Saray,nos da muchisima pena el traslado pero al mismo tiempo nos alegramos que para usted sea lo mejor.Con todo nuestro cariño le deseamos muchisima suerte.UN SALUDO