miércoles, 3 de marzo de 2010

Las prácticas cuaresmales


Lo que Moisés, Elías y Jesucristo practicaron con más rigor en sus respectivas cuaresmas, fue el ayuno y la oración, los que, por lo mismo, sirvieron de base para la Cuaresma cristiana, a la cual agregó la Iglesia la práctica de la limosna y obras de caridad. La ley del ayuno la observaban los antiguos con sumo rigor. No contentos con cercenar la cantidad de alimento, se privaban totalmente de carnes, huevos, lacticinios, pescado, vino y todo aquello que el uso común consideraba como un regalo. Hacían sólo una comida diaria, después de la Misa, que terminaban al declinar la tarde; y esa única comida solamente consistía en pan, legumbres y agua. Con la particularidad que ninguno se eximía del ayuno ni aun los jornaleros, ni los ancianos, ni los mismos niños de más de doce años de edad, tan sólo para los enfermos se hacía excepción. A estas penitencias añadían otras privaciones, tales como la continencia conyugal, la supresión de las bodas y festines, del ejercicio judicial, de los juegos, recreos públicos, caza, deportes… De este modo se santificaba la Cuaresma no ya solamente en el templo como ahora, sino también en los hogares, y hasta en los tribunales, en los casinos, en los hoteles, en los teatros y en los circos. Es decir, que el espíritu de Cuaresma informaba la vida de toda la sociedad cristiana.

Actualmente la observancia íntegra del ayuno y abstinencia cuaresmal ha quedado confinada a algunas órdenes religiosas, ya que el derecho común tan sólo manda ayunar con abstinencia el miércoles de ceniza y el viernes santo, y sin abstinencia, todos los demás viernes. De hecho, estos mismos ayunos y abstinencias cuaresmales están reducidos en muchos países casi a la nada, merced a los indultos, bulas y privilegios particulares en cuanto al modo de observarlos. La oración cuaresmal por excelencia era y es la Santa Misa, ahora es digno complemento, por la tarde, el ejercicio del Vía Crucis. La limosna se practicaba en la Iglesia con ocasión de la colecta de la Misa y otras particulares que se hacían en favor de los menesterosos.


La ley de la abstinencia cuaresmal alcanza también al aspecto material de los templos, pues a ellos también les impone la ley litúrgica sus privaciones, con las que se fomenta la compunción y el recogimiento. Los templos, en efecto, se ven privados durante los oficios cuaresmales del alegre aleluya, del himno angélico Gloria in excelsis, de la festiva despedida de la Misa, de los acordes del órgano, de las flores, iluminaciones y demás elementos de adorno, y del uso, fuera de las festividades de los Santos, de otros ornamentos que los morados, de cuyo color se cubren también, desde el domingo de Pasión, los crucifijos y las imágenes. Tal es el aspecto severo del templo o como si dijéramos el continente exterior de la liturgia en tiempo de Cuaresma, el que acentúa todavía más los cantos graves y melancólicos del repertorio gregoriano y el frecuente arrodillarse para los rezos corales de conventos y monasterios.

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