martes, 1 de octubre de 2019

Catequesis Teología del cuerpo (VII)



7. La desnudez originaria

 

Las palabras que describen la unidad e indisolubilidad del matrimonio van seguidas por «Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello» (Gen 2, 25). 

 

Las experiencias humanas originarias (inocencia, soledad, unidad y desnudez), pertenecen a la «prehistoria teológica» del hombre, pero su importancia radica en que están siempre en la raíz de toda experiencia humana. La experiencia del cuerpo en los textos bíblicos citados, se encuentra al inicio de toda la experiencia «histórica» sucesiva del hombre. La «revelación del cuerpo» como expresión de la persona, nos ayuda de algún modo a descubrir lo extraordinario de lo que es ordinario.

 

La frase, según la cual los primeros seres humanos, varón y mujer, «estaban desnudos» y sin embargo «no se avergonzaban de ello», describe indudablemente su estado de conciencia y su experiencia recíproca, en la desnudez, de la feminidad y de la masculinidad. Al afirmar que «no se avergonzaban de ello» el autor trata de describir esta experiencia con la máxima precisión que le es posible. Estas palabras hablan de la intimidad de la comunicación recíproca en toda su radical sencillez y pureza. *A esta plenitud de percepción «exterior», expresada mediante la desnudez física, corresponde la plenitud «interior» de la visión del hombre según la medida de la «imagen de Dios» (Gen 1, 17)*. Según este pasaje, el varón y la mujer se ven a sí mismos con la visión del mismo Creador, de la que habla varias veces la narración: «Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho» (Gen 1, 31). *A través de la «desnudez» como bien originario del Creador, se manifiesta el valor «puro» del cuerpo y del sexo*. 
 
 

 

Sin embargo, después de algunos versículos, escribe el mismo autor: «Abriéronse los ojos de ambos, y entonces viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones» (Gen 3, 7). El adverbio «entonces» indica una nueva situación que sigue a la ruptura de la primera Alianza; a la desilusión de la prueba unida al *árbol de la ciencia del bien y del mal, que constituía la primera prueba de «obediencia», esto es, de escucha de la Palabra en toda su verdad y de aceptación del Amor, según la plenitud de las exigencias de la Voluntad creadora*. Esta situación nueva implica una experiencia del cuerpo nueva, de modo que no se puede decir más: «Estaban desnudos, pero no se avergonzaban de ello».  La expresión «se dieron cuenta de que estaban desnudos» hace referencia a un cambio radical del significado de la desnudez originaria del uno frente al otro que surge como fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal: «¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol de que te prohibí comer?» (Gen 3, 11). *Este cambio se refiere directamente a la experiencia del significado del propio cuerpo frente al Creador y a las criaturas*.

 

Es significativo que la afirmación encerrada en el Génesis 2, 25, acerca de la desnudez recíprocamente libre de vergüenza, sea una enunciación única en su género dentro de toda la Biblia. ¿Qué es la vergüenza y cómo explicar su ausencia en el estado de inocencia originaria de la creación del hombre? Se trata de una real no presencia de la vergüenza, y no de una carencia de ella o de un subdesarrollo de la misma. Por lo tanto, el texto del Génesis 2, 25 excluye decididamente la posibilidad de pensar en una «falta de vergüenza», o sea, la impudicia, o que se la explique mediante la analogía con algunas experiencias humanas positivas, como las de la edad infantil o las de la vida de los pueblos primitivos. Estas analogías no sólo son insuficientes, sino que pueden ser además engañosas. *Las palabras del Génesis 2, 25 «sin avergonzarse de ello» sirven para indicar una especial plenitud de conciencia y de experiencia, la plenitud de comprensión del significado del cuerpo*.

 

La aparición de la vergüenza, y especialmente del pudor sexual, está vinculada con la pérdida de esa plenitud originaria. *Con el pudor el ser humano manifiesta casi «instintivamente» la necesidad de la aceptación por parte del otro de este «yo» en su justo valor*. Se puede decir, pues, que el pudor es una experiencia compleja en el sentido que, como alejando un ser humano del otro, al mismo tiempo busca su cercanía personal, creándoles una base y un nivel idóneos para relacionarse. El análisis del pudor indica lo profundamente que está arraigado en las relaciones mutuas, lo exactamente que expresa las reglas esenciales de la «comunión de las personas» y lo profundamente que toca la dimensión de la «soledad» originaria del hombre.

 

Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II

 
*Reflexión*: ¿Considero que es importante el pudor en el mundo de hoy? ¿Visto y actúo con pudor en todas las esferas de mi vida?

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