Hace un año
que Juan J. se nos marchó al Cielo. Los hombres de buen corazón tienen allí su
casa. En aquella ocasión, con el corazón escribí algo que podéis leer pinchando AQUÍ.
―¿Para qué hacemos recordatorios?
―¡Para que no nos olvidemos!
¿Sólo para no olvidar?
Hoy le pediré al Señor que a Juan le
conserve su mirada amable, sonriente, de hombre justo y a veces; cómplice, simpático,
tenaz, emprendedor y con talento (o talentos que puso en marcha desde hace
tiempo atrás)…, no sé. Yo me reía mucho con él. Se despidió de mí en la sacristía de Ortoño, anunciándome
su viaje y sus días de vacaciones con Cuca en casa de familiares. Me dio la
mano como la primera vez que le ví.
Volvemos a reunirnos para celebrar la
Eucaristía en el aniversario de su muerte en la capilla de la Peregrina. No es
verdad que el paso del tiempo acabe con todo. Hace un año la iglesia estaba
abarrotada. No sé bien de qué voy a hablar cuando tenga que predicar dentro de
un rato.
Tal vez lea un poema y nos sentemos unos
instantes para pedir y dar gracias a Dios. O hablaré de la Virgen. A Ella le
gustará. En todo caso como entonces –hace un año-, os pido oraciones por Juan
José que nos ayudó a crecer en las cosas de Dios.
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