domingo, 21 de octubre de 2012

Jornada electoral




 

En plena Avda. da Mahía, junto a una panadería medianamente abarratoda, me da el alto un individuo de no muy buena pinta, acompañado de un vaso vacío en su mano derecha.  Lucen unos rayos de sol que un gato aprovecha tímidamente en uno de los balconces cercanos a la acera. Son las 9,50 de la mañana. Acabo de celebrar la misa hace unos minutos y me dirijo a pie desde cierta distancia hacia el tanatorio para rezar por las dos vecinas de esta parroquia que nos han dejado camino del Cielo. Os digo sus nombres para que recéis por ellas y sus familias: Concha y Manuela (estos son reales).

 
―Estoy borracho. Me dice el hombre que camina hacia mí.  
No era necesaria la aclaración. El tipo apesta a alcohol y su estabilidad es manifiestamente mejorable. Me pregunto por qué los borrachos tienen siempre tanta afición por el clero.
 
―Ya lo veo ―le digo―. Un poco pronto ¿no?
 
-Quiero ir a mi casa, sé que es cerca pero todos los portales me parecen iguales.
 
―A ver. ¿En qué número vives?
-Se lo voy a decir… (y me lo dice). Le acompaño hasta la puerta de las escaleras y la abro. Intento despedirme de él pero quiere predicarme un poco. Al terminar me dice: “Padre, grece por mí”.
 
―Te lo aseguro, le dije.
Continúo mi ruta hacia el tanatorio, allí me encuentro a personas que sufren por la muerte de personas queridas. Conversamos, les comento si les parece bien que recemos un ratito. Asienten y me piden que rece por ellos.
Al salir vuelvo a coger el coche donde lo había dejado y me voy hacia la Capilla de la Peregrina. Saludo a Andrea –pongamos que se llama así- que me informa de que acaba de votar y de que hoy no podrá venir a misa por motivos de trabajo pero que no me olvide de rezar también por ella y por la situación actual. Le prometo que lo haré.
 
He hablado varias veces en el Sineiro y en público del inicio, el pasado día 11 en la Iglesia de un “año de la fe”.
 
El jueves cené con dos curas. Estuvimos riéndonos recordando viejas historias e historietas. Aunque diga estas cosas no me siento nada mayor. Estuvimos comentando posibles actividades para este tiempo. Uno de ellos más escéptico decía:
“¿En qué va a ser diferente este año del pasado?” El otro comentaba: “allí dónde estoy estas cosas le importan a bastante pocos…, ¿a quien le interesa?” Y yo insistí en por dónde podemos empezar para vivir el sentido de un año de la Fe y que no quede sólo en buenas intenciones?
 
Ahora mismo en la tele están a vueltas con los resultados electorales. Yo sigo con el año de la FE. Recurrí a mi amigo don Enrique después de aquella cena, él sabe de estas cosas y siempre me da buenos consejos. Hemos quedado en que es muy útil tener claro que:
1.             Cuando manifiestes en público o en privado que tienes fe, que eres católico/a, no lo digas como pidiendo perdón. Hazlo con orgullo. Y sonríe. Nadie se disculpa por tener un gran patrimonio. Tú tienes un tesoro y estás dispuesto/a a compartirlo.
2.     La fe no se “contagia”, pero ayuda a los que nos rodean. Reza por aquellos a los que quieras atraer a la fe; ofrece al Señor algo que te cueste. Y habla con tu lenguaje, a tu manera. Dice San Pablo que la fe entra por el oído. Será una magnífica epidemia.
3.     ¿Por dónde empiezas? Ponte delante de Jesús Sacramentado y quítate esa máscara “anónima” que ahora llevas. El Señor conoce muy bien tu nombre. Déjate conquistar por Él.
 
Y ahora, un vídeo.