jueves, 24 de marzo de 2011

El padre Reino y María Luz Pena Blanco

Con motivo del año del centenario del padre Reino, y en la semana que se cumplen 17 años de su muerte en Salamanca, traemos un fragmento de la vida de Mª Luz Pena Blanco, que habla de el.


Mª Luz fue la creadora de la pía fundación “Santa María Oferente” en la diócesis de Ourense, dedicada a los sacerdotes. En su vida fue determinante la guía espiritual del Padre Reino.


Fragmento del libro: María Luz Pena Blanco, de José Ramón Hernández Figueiredo y Ramiro González Cougil. EDIBESA, Madrid. 2009.


2. Con el P. Reino

“Y todos cuantos vagan de Ti me van mil gracias refiriendo y todos más me llagan y déjanme muriendo un no sé qué queda balbuciendo”. El caminar por cañadas oscuras, el temor de perderse por senderos no ordinarios y el desconcierto que siempre produce la llamada del Señor, necesitan del consejo y la sabiduría de un curtido padre espiritual.

En la soledad por los caminos donde la llevaba el Espíritu, se preguntaba: “¿No andaré yo equivocada cuando nadie sigue este camino? ¿Cómo no lo hacen otros? ¿No será ilusión mía? Cuando en su vida se encontraba con quien sintonizaba con sus inquietudes era fiesta para su espíritu.

Una de las primera voces que le ayudan a discernir en su vida espiritual es la del P. Francisco Reino Salaño, S. J. Su relación con el P. Reino se inicia con ocasión de unos ejercicios espirituales. Quien era director espiritual del Seminario Conciliar de San Fernando, traído a la diócesis por el Obispo de Ourense y Siervo de Dios D. Francisco Blanco Nájera, acudía a la Casa de Ejercicios de Allariz para dirigir algunas tandas. Asimismo, esta Casa la había abierto dicho prelado.

Con motivo de la inauguración de dicha Casa, la villa de Allariz quiso manifestar su gratitud, adhesión y simpatía al Sr. Obispo por aquella acción, tal como lo expone D. Eladio González Bouzas, párroco de San Esteban de Allariz, por correspondencia privada, a D. Castor Alberte, para que se lo haga llegar a monseñor Blanco Nájera.

Mª Luz comenzaba a salir de casa, y aunque al principio sentía repugnancia de acercarse a su confesionario, una vez que lo hace, se abre a él con toda facilidad. El P. Reino le ofrece su consejo y sabiduría. Aquella relación se prolongará a lo largo de los años, auque el Señor le irá proporcionando también otros guías espirituales que le ayudarán en su caminar.

El P. Reino era natural de Ortoño-Ames. Siendo jesuita ejercerá como director espiritual de los seminarios de Ourense, Comillas –comunidad de Filósofos- y Santiago de Compostela. Dedicará mucho tiempo a la confesión, dirección espiritual y retiros de sacerdotes y seglares. En pocas palabras, sus virtudes son: bondad y humildad, sencillez y pobreza evangélica, fiel en la obediencia y generoso con los pobres, todo vivido con suma naturalidad. Fallece en fama de santidad, distinguiéndose por su eximio conocimiento en la dirección de almas.

Mª Luz le confía su vida espiritual. Pide consejo para discernir la voluntad de Dios en su persona. El P. Reino le hace entender que ahora, cosas de Dios, tiene mucho más tiempo para la oración. No era necesario observar el reglamento como en el claustro. Tiene oración sin tasa. Sus familiares la complacen porque saben que le reporta felicidad y ellos quieren hacerla feliz. Al pie del Sagrario de Santiago de Allariz, escondida en un rincón de la mirada de los que venían al templo, pasará horas y horas. Muchas veces, parecía insensible a lo terreno y absorta en lo infinito. Día a día descubría las nuevas riquezas del Corazón de Jesús, ese tesoro escondido donde se enriqueció sobremanera toda su vida.

Será tanta la familiaridad con el P. Reino que le confiará más de algún problema, y no sólo personales. De esta manera, ayudará mucho a Sor María Inmaculada en el discernimiento de su vocación como clarisa. El 20 de diciembre de 1949, un grupo de religiosas de Allariz salían de este Monasterio para realizar una fundación en Mosteiro-Celanova. En la comunidad de Allariz permaneció Marina. En la primera vista que hizo Mª Luz a su hermana, hizo saber a Madre Consuelo los deseos de consagrase a Dios de aquella joven que sería la futura Sor María Inmaculada. Se le ofreció una dote, ya que estaba disponible. Vencidos algunos obstáculos familiares y pendiente de competente permiso del Obispado, sólo faltaba la aprobación del confesor.

Con este panorama, Mª Luz buscó una solución: “vamos a consultar con el P. Reino”. Para ello se procuró la discreción, emprendiendo el viaje a la capital para hablar con dicho Padre. No debería saberlo nadie, pero finalmente se enteró quien menos debía saberlo: su confesor. Subió en el mismo autobús, y al ver a ambas, enseguida adivinó a qué iban. El consejo del sabio y santo jesuita fue escueto y claro: “entre en el Monasterio cuanto antes”.

Pero nada más llegar a Allariz, al contrario las dificultades que ponía el confesor no desaparecieron, sino que aumentaron. Sor Mª Inmaculada escribió una carta al P. Reino, quien al contestar hizo manifiesto su aprecio por Mª Luz en estos términos: “Nada tengo que añadir a lo que le dije. Su prima María Luz, de muy buen espíritu, la aconsejará”. Mª Luz cumpliría taxativamente con el mandato del P. Reino y ayudaría a su prima con todo encomio. A la caída de la tarde del 22 de enero de 1950, Mª Luz acompañaría a su prima hasta la misma puerta de la clausura. Con su ayuda arribaba a puerto Sor Mª Inmaculada.

En cuanto a Mª Luz, siempre estuvo al quite por si aparecía el padre Reino. De esta manera, cuando se le presentó la oportunidad, la aprovechó. Ella que acostumbraba a buscar el auxilio divino necesario en los Ejercicios Espirituales, tuvo la gracia de asistir a una tanda dirigida por tan santo director de almas en mayo de 1980. ¡Cuánto los disfrutó! Ella misma nos lo cuenta en una carta de carácter personal que dirige a un monje cisterciense, a quien había ayudado para que descubriera su vocación contemplativa:

“Hace un mes hice ejercicios espirituales con el P. Reino, ¿te acuerdas de él? Fue algo extraordinario. Fue una vivencia más intima e intensa de aquello del Evangelio: “… y vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada”. Pero, a nosotros, los que vivimos en el mundo, si queremos guardar el tesoro que llevamos dentro, nos urge muchísima oración –el donde la oración habitual- y recogimiento interior, porque en el mundo todo va en contra”

Visto lo visto, la vida de Mª Luz es una perfecta y acabada síntesis de contemplación y acción en la misma persona. Al respecto, Dios le concede la gracia de unir el gusto por la oración contemplativa con la vivencia de pertenecer a una humanidad doliente y hacer suyos las angustias, dolores y esperanzas de sus hermanos.

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