sábado, 13 de octubre de 2018

Catequesis del Papa sobre la Misa (VII)


RESUMEN CATEQUESIS 10 DE ENERO DE 2018

El canto del Gloria y la oración colecta

El 10 de enero de 2018 el Papa continúo explicando en la Catequesis las partes de la Misa y se refirió en este día al canto del «Gloria». Se trata de un himno muy antiguo cuyas primeras palabras
retoman el canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén, alegre anuncio del abrazo entre cielo y tierra.
Después del «Gloria», o cuando este se omite, inmediatamente después del Acto penitencial, el sacerdote anima al pueblo a recogerse con él en un momento de silencio, -en la llamada oración colecta- con el fin de tomar conciencia de estar en presencia de Dios y hacer emerger, a cada uno en su corazón, las intenciones personales con las que participa en la misa. El sacerdote dice «oremos»; y después, viene un momento de silencio y cada uno piensa en las cosas que necesita, que quiere pedir en la oración.


El silencio no se reduce a la ausencia de palabras, sino a la disposición a escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo. En la liturgia, la naturaleza del sagrado silencio depende del momento en el que tiene lugar: este silencio ayuda a recogerse en nosotros mismos y a pensar en por qué estamos allí. He ahí entonces la importancia de escuchar nuestro ánimo para abrirlo después al Señor.
Tal vez venimos de días de cansancio, de alegría, de dolor, y queremos decírselo al Señor, invocar su ayuda.

Tal vez tenemos amigos o familiares enfermos o que atraviesan pruebas difíciles; deseamos confiar a Dios el destino de la Iglesia y del mundo. Y para esto sirve el breve silencio antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de cada uno, exprese en voz alta a Dios, en nombre de todos, la oración común que concluye los ritos de introducción haciendo de hecho «la colecta» de las intenciones. Sin este silencio, corremos el riesgo de descuidar el recogimiento del alma. El sacerdote recita esta súplica, esta oración de colecta, con los brazos extendidos y la actitud del orante, asumida por los cristianos desde el final de los primeros siglos. En el crucifijo reconocemos al Sacerdote que ofrece a Dios la oración que desea, es decir, la obediencia filial.
En el Rito Romano, las oraciones son concisas pero ricas de significado: se pueden hacer tantas meditaciones hermosas sobre estas oraciones. ¡Muy hermosas! Volver a meditar los textos, incluso fuera de la misa puede ayudarnos a aprender cómo dirigirnos a Dios, qué pedir, qué palabras usar. Que la liturgia pueda convertirse para todos nosotros en una verdadera escuela de oración.

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