Tú, que estás leyendo esta página, puedes fijarte en
la historia de tu propia vida: vives en un lugar dondo hay una parroquia cerca.
En ella hay mucha vida.
Desde que naciste, ya tuviste relación con ella. Una
relación amplia en la que también entraban tus padres, tus hermanos, tus
abuelos y el resto de tu familia… También otras muchas personas.
Fuiste bautizado y, desde ese momento, fuiste
acompañado por tus padres y padrinos, catequistas, profesores de religión, sacerdotes,
religiosos, monjas y otras personas para vivir de una manera religiosa y feliz.
Algunos de ellos ya habrán muerto y seguro que les has agradecido y agradeces
todo lo han hecho por ti.
Puedes seguir pensando en otras muchas personas con
las que ahora mismo tienes relación. ¿Has pensado que detrás de cada una de
ellas, también, hay una historia semejante a la tuya? Y lo más importante: en cada historia está
interviniendo Dios y la Iglesia.
Todos pertenecemos a esa misma Iglesia.
Millones de personas en todo el mundo que gracias a
ti, a tu fe, a tu oración, a tu aportación económica, al servicio que prestas,
hacen posible que miles de personas vayan escribiendo su historia de la mano de
Dios. Todo es también gracias a ti, porque haces posible el anuncio del
Evangelio aquí y en otros países; que se celebren los sacramentos, desde un
bautismo hasta un entierro; la catequesis en todas las edades de la vida; vivir
en caridad con los pobres, enfermos, encarcelados, las personas sin hogar;
también a mantener edificios como catedrales, templos, etc.
Debemos darnos gracias mutuas por todo ello: porque
nuestra historia está en Dios y porque, colaborando con Dios en la Iglesia,
hacemos posible que nuestra Iglesia diocesana se mantenga viva. Gracias por tu
fe, por tu servicio y tu aportación económica.
Una Iglesia y miles
de historias gracias a ti.
Ayuda a tu
parroquia. Ganamos todos.
Marca la X en tu declaración de la Renta a favor de la
Iglesia y de otros fines sociales. No pagarás más, no te devolverán menos.
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