miércoles, 8 de abril de 2015

La alegría de la Pascua


1. Ser cristiano, es creer en la resurrección de Cristo. No somos cristianos por el hecho de creer en la cruz, en el sufrimiento y en la muerte. Somos cristianos porque creemos en la resurrección, en la liberación, en la vida y en la alegría.


En el fondo de nuestro corazón hemos de tener la seguridad de que toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza en alegría, toda muerte en resurrección.
 
 
 



2. Pero sentimos tantas tentaciones de resistir. Aceptar creer en la alegría es casi aceptar a renunciar a nosotros mismos, a nuestra experiencia, a nuestra desconfianza, a nuestras quejas. Y nuestra alegría es la medida de nuestro apego a Dios, a la confianza, a la esperanza, a la fe. Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría.

3. Los padres de la Iglesia decían que no hay más que un solo medio para curar la tristeza: dejar de amarla. Creer en Dios es creer que Él es capaz de hacernos felices, de darnos a conocer una vida que deseamos prolongar por toda la eternidad. Porque, para muchos de nosotros, la cuestión difícil no está en saber si tienen fe en la resurrección, sino en saber si sienten ganas de resucitar, no en esta pequeña vida nuestra, egoísta, dolorosa y ciega.

 

4. Por eso, la fe en la resurrección no puede brotar más que de un amor verdadero. Cristo nos ha dado a conocer ese amor que no pasa: “La fe y la esperanza pasarán, pero la caridad vive para siempre”.


5. Para que podamos experimentar una vida de amor y de fe, tenemos que morir a nuestras faltas, a nuestras tristezas y a nuestros resentimientos. No existe Pascua para nosotros, si no aceptamos morir en esa zona de nuestra propia alma en la que estamos demasiado vivos: en nuestras agitaciones, nuestros temores, nuestros interesases, nuestro egoísmo.

 

No existe Pascua sin una buena confesión: un morir a nosotros mismos, a nuestros caprichos que son nuestros pecados, para resucitar a la voluntad de Cristo.


No existe Pascua sin una comunión pascual: un salir de nuestras costumbres, de nuestro pan y nuestra vida, para saborear otro pan, otra vida, un pan de la sinceridad, de entrega a los demás, una vida de amor, de fe y de alegría.

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