Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron
de gozo, al sentir, que en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia
rectora e invisible de Dios, su creador, sino que también, usando de ellas
visiblemente, la santificada. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto
del seno bendito de la virgen María.
San Anselmo, obispo.
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