“Todas las
cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de
servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían
sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por
el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no
habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a María, al verse
regidas por el dominio y honradas por el uso de los que alaban al Señor.”
San
Anselmo, obispo.
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