miércoles, 2 de febrero de 2011

TRES LUCES DE ESPERANZA

De todos los rincones del mundo suelen llegar noticias variadas de atentados, asesinatos, maltratos, incendios, tsumanis, terremotos, etc., etc., que además de dejar un cierto sabor de amargura y de tristeza, dan ocasión para que en el espíritu de muchas personas se asiente una buena dosis de pesimismo, una pesada carga de desconfianza.

Hoy, quiero recoger tres noticias que son verdaderas luces de esperanza; de confianza en el hombre.
La primera luz viene de París: el Senado francés ha rechazado tres proposiciones para legalizar la eutanasia. Asociaciones por la vida, asociaciones médicas y de cuidados paliativos, entre ellas el mismo Colegio Médico, y variadas instituciones religiosas y civiles se habían movilizado por los derechos de la Vida. Han triunfado. El cardenal de París ha saludado la decisión del Senado con estas palabras: «La cultura de nuestro país, su historia, la responsabilidad ante Europa y el resto del mundo, así como su fragilidad actual, nos comprometen a dar pruebas de ambición ética, con valor y entusiasmo».



La segunda luz se ha encendido en un rincón de África: en Juba, la ciudad que será la capital de la nueva nación africana, Sudán del Sur (la nombro así en espera de la denominación oficial).

Con el resultado de la consulta sobre la independencia, prácticamente resuelta a favor de la separación del Norte, el actual presidente del Sudán del Sur ha declarado: «Por nuestras hermanos y hermanas muertos en estos años de lucha, y especialmente por quienes han caído en el campo de batalla, nosotros debemos perdonar, como ha hecho Cristo en la Cruz, a todos los que han causado su muerte». Detrás del Perdón, quedan 50 años de guerra olvidada en Occidente, en la que cristianos y animistas del Sur se han defendido de los ejércitos musulmanes del Norte.

La tercera antorcha de luz esperanzadora ha comenzado a brillar en corazones chinos. Bob Fu no murió en la Plaza de Tiennanmen, porque la enfermedad de su novia le llevó a atenderla en vez de participar en aquella concentración, como tenía previsto. Convertido a Cristo años después, dirige hoy en Estados Unidos la fundación China Aid, que ayuda a los católicos chinos.

 
En una entrevista le preguntan si abriga esperanza para el cristianismo y para su país. Esta es su respuesta:

«Tengo muchas esperanzas. Creo que el Evangelio de Jesucristo es imparable. Se puede atar físicamente a muchos cristianos, enviarlos a la cárcel o a campos de trabajo, pero resulta que Dios vuelve estas cárceles y estos campos de trabajo en campos de cosecha. Así es como muchos han llegado a conocer al Señor, en estos campos de trabajo.

Por eso soy muy optimista, y creo que China en el siglo XXI no será sólo un país que reciba misioneros, sino que también, en un futuro próximo, China se preparará para llevar de nuevo el Evangelio a Jerusalén, y puede convertirse en un país del que salgan misioneros para todo el mundo. Soy muy optimista».

La Fe y la Esperanza en Cristo, como el amanecer, renacen en todos los rincones de la tierra cada mañana.


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